Los periodistas frente al hype del podcast. ¿Una nueva esperanza?
El podcast es el nuevo hype periodístico. Eso quiere decir que las decenas de miles de graduados o licenciadas en las últimas décadas, de un lustro a esta parte, se han convencido de que las millones de escuchas mensuales del daily de The New York Times, el relato global, periodístico y en español de El Post (de The Washington Post), o la superestructura diaria de Carne Cruda, por ejemplo, podrían estar enviándoles una pista: este canal es una oportunidad.
El podcast es el nuevo hype periodístico. Eso quiere decir que las decenas de miles de graduados o licenciadas en las últimas décadas, de un lustro a esta parte, se han convencido de que las millones de escuchas mensuales del daily de The New York Times, el relato global, periodístico y en español de El Post (de The Washington Post), la influencia de Estados Unidos a Latinoamérica de Radio Ambulante (NPR) o la superestructura diaria de Carne Cruda, por ejemplo, podrían estar enviándoles una pista: este canal es una oportunidad.
Puede que de unos años a esta parte, hayan asumido que la edad de los escuchantes de radio convencional en España no baja de los 50 (51,7 en 2018, y subiendo). Puede que hasta ellos mismos se hayan descubierto enganchados a una ficción sonora, un informativo temático o el true crime de turno. Ha podido ser eso o el desembarco de Audible (Amazon) o Podimo aquí, que de septiembre a octubre de 2020 incorporan, de golpe, decenas de nuevas series producidas con recursos y grandes ‘voces’: Iker Jiménez, José Coronado, Ana Pastor, Leonor Watling, Clara Lago, Teresa Viejo, Elsa Punset, Emilio Aragón…
Hay muchas razones y titulares. Deezer, Majelan o Acast se han lanzado a ocupar el mercado Latinoamericano sin conocer su lengua. Tienen las plataformas y un cúmulo de prueba y error desde los países escandinavos al principal de los escenarios: Estados Unidos. Aquí, mientras, no olvidemos que Ivoox ha lanzado su plataforma Plus, que Podium Podcast (Prisa) continúa expandiendo su catálogo y que el grueso de este ecosistema no tiene relación con las grandes compañías ya citadas: si Apple Podcast sumó un millón de canales (¡un millón!) durante el confinamiento, es gracias al acceso no restringido a este mercado, la producción independiente y el amateurismo cuantitativo.
La producción independiente ha encontrado sus grandes alegrías desde la iniciativa particular. Aventuras individuales y colectivas que se avanzaron a su tiempo: Todopoderosos, La escóbula de la brújula, Lo que tú digas o la más reciente Biotopía han nacido a cuenta y riesgo de sus creadores. De allí, han dado el salto a plataformas privadas (Podium sigue mandando por recursos en la captación de éxitos) para crecer y, por fin, recoger lo sembrado. Otros, como El podcast de Cristina Mitre ya cuentan con una constante de marcas que patrocinan sus episodios. Branded content con una naturalidad que hace plantearse si tendrá algún sentido que profesionales similares quieran cohabitar con una de las grandes plataformas. Son podcast autoproducidos, independientes, monetizados por una u otra vía y en un nuevo mundo para los medios que encontró su nombre hace apenas 16 años en este artículo.
Pero los podcast autoproducidos y monetizados hasta la profesionalización independiente siguen siendo casos contados en España, sobre todo si nos referimos a aquellos que eluden las ofertas de las majors del podcasting. Desde una latitud muy lejana, la realidad estadounidense es la que distorsiona la fotografía sobre lo que este canal podría suponer para el periodismo, las guionistas o los productores de contenidos.
La directora de contenidos de Spotify, Dawn Ostroff, está decidida a revolucionar el tablero de juego de la principal industria. La empresa sueca ha fichado a Joe Rogan (millones de escuchas diarias, un contrato de 100 millones de dólares), Kim Kardashian, Michelle y Barack Obama o los hermanos Duplaas (Wild Wild Country, Horse Girl). Fichajes millonarios que hace 10 años hubieran sido captados para el cine o la televisión, pero aquí, en 2020, contratados para crear contenidos sonoros. Y ni siquiera es lo más impresionante de la altura en las inversiones de Spotify: en poco más de año y medio ha fagocitado a Parcast, Gimlet Media, The Ringer (principales productoras y plataformas allí) y Anchor (una app masiva que gamifica la grabación y edición). Adquisiciones que The Verge compara con la compra de Pixar o Marvel por parte de Disney. Y no solo eso, porque como Ostroff explicaba a Business Insider, han llegado a un gran acuerdo con DC Comics para que las próximas aventuras de Batman, Superman o Wonder Woman se estrenen en audio.
Después de repasar la fotografía de uno de los grandes operadores, cabe la pregunta: ¿qué tiene que ver esto con las y los periodistas en España? Lo cierto es que la fotografía de inversiones, de mercado de acceso abierto a operadores independientes y de plataformas que compran contenidos (ahora también en España; también Spotify), es un motivo más que suficiente como para interpretar este canal como un acceso a la realización profesional. Una realidad laboral viable, si el ecosistema sigue creciendo y alimentando audiencias. Aun así, repasando las inversiones y fichajes, el mercado no demuestra que el podcast se nutra o se fije en el periodismo como base fundamental en la producción de historias.
El sector de los medios tradicionales lleva años listo para un cambio de régimen. A su crisis financiera, a su descalcificación de recursos humanos en redacciones que han pasado a defenderse con un tercio de su plantilla en apenas 10 años, la pandemia le ha restado el 33,5% de la inversión publicitaria en el primer semestre de 2020. Suma déficit. Con la primera generación de promociones universitarias que apenas han ‘colocado’ a una o dos compañeros por aula en algún medio, las noticias sobre la escalada de inversiones en el podcasting son un motivo para la reacción y la profesionalización por esta vía que, si por algo destaca, es por su fácil acceso tecnológico y de producción. También, por la falta de habilidades específicas para dar el pequeño salto hacia delante y marcar distancia con la producción casera.
Lo más interesante es que, a partir de los datos de la empresa que más está invirtiendo en podcast para el mundo, las audiencias solo han empezado a estirarse: “a medida que las personas comienzan a escuchar podcasts, tienden a agregar el formato a sus hábitos anteriores. Es decir, en lugar de incluir más contenido en el mismo período de tiempo de transmisión, buscan otros”. En paralelo, un estudio de BBC StoryWorks y BBC Global News apunta a que las historias que tienen que ver con marcas (el branded podcast) calan de una manera mucho más honda a través del auricular. El podcast dispara “el conocimiento, la consideración, la preferencia y la intención de compra de la marca”. Lo que faltaba.
El mercado se expande, hay más de un millón de canales en Apple Podcast, pero el número de voces destacadas en España y en español no es masivo. Hay una suma de factores para que esa explosión esté por consolidarse: la juventud del sistema de podcast, la incipiente cultura de la escucha seriada y bajo demanda o la necesidad de nuevos éxitos, continuados y ajenos a otros medios (youtubers, televisión, radio convencional). Sin embargo, una de las razones más sorprendentes y menos estudiadas podría encontrarse en la falta de incorporación de periodistas a este ecosistema. No es que no los haya, pero si dejamos fuera aquellos ‘podcast’ que son la versión enlatada de un programa de radio emitido en directo, su peso es mínimo en el top 100 de cualquier país de habla hispana. ¿A qué se debe esta resistencia?
El fenómeno tiene sus analogías con el hype de la anterior década: la blogosfera, un tablero de juego que resultó ser la antesala de las redes sociales. Aquel universo de escritores y creadoras de contenido resultaba poco profesional y demasiado libre como para adjuntarse en el currículum o aparecer en LinkedIn. A día de hoy, cualquier editor de un medio digital tiene la oportunidad instantánea de leer a través de esa herramienta o de una cuenta en Twitter de qué es capaz una candidata o un becario. Dentro de 10 o 15 años, esa capacidad de hilvanar periodismo con la creación de historias, voces y formatos puede ser crucial en las elecciones profesionales.
Los medios, tal y como los conocemos, languidecen en sus formatos tradicionales (de hecho, están decididos a ocupar con inversiones los nuevos formatos). El cambio de paradigma permea con dificultad en la Academia. Hoy, como en tiempos de los blogs, los podcast exigen tanto como tan poco: constancia y oficio. Muchos de los conocimientos y las herramientas necesarias para cualquier profesional ya están incorporadas a partir de la carrera periodística. Todos, ni mucho menos. Pero muchos, insisto, los llevan consigo las decenas de miles de graduados o licenciadas de las últimas décadas. Veremos si a diferencia de los blogs y las redes, esta vez, la resistencia no evita que se apropien de un canal para el que están habilitados a poco que incorporen algunas destrezas técnicas y se habitúen al medio. Los beneficios parecen evidentes.