El verano sin becarios y qué será del Periodismo sin redacciones (por teletrabajo)
El oficio es la parte del periodista que no se adquiere en las Universidades. No conozco a ninguna compañera ni compañero que niegue que su relación con el periodismo, pese a las febriles vocaciones o las matrículas de honor, se inició con la llegada a una redacción. La de los informativos de una radio, la de un diario digital, la de un medio público… ¿Existe la posibilidad de un periodista sin redacción?
El verano es sinónimo de nuevas experiencias. De primeras veces y crecimiento. Es para muchos la salida inevitable de la zona de confort. La llegada de un tiempo desregularizado, del aburrimiento y de cierto colapso en las formas. La publicidad ha logrado que interpretemos el verano como la principal ventana de gasto para el hedonismo. Sin embargo, cada verano contiene los ingredientes básicos como para ser un punto de inflexión. El fin de una etapa (a menudo, académica, pero también laboral) y el contacto con el –triste pero inevitable– mundo adulto.
El verano es sinónimo de becarios y, por tanto, de las colisiones humanas y técnicas que determinarán la carrera profesional de los mismos. La pandemia global de la Covid-19 ha abierto la caja de Pandora del teletrabajo. Desde hacía años, asambleas tan lentas como las de la Unión Europea o la de las Naciones Unidas nos prometían abordar este cambio social. No obstante, han sido las circunstancias sanitarias las que han evidenciado que millones (quizá decenas de millones) de trabajadores pueden desempeñar su oficio desde casa. No todos, claro está. Panaderos, ingenieros industriales tras el control de producción de una fábrica, dj’s, barrenderos o sexadores de pollos lo tienen más difícil.
El caso de los periodistas es singular. De un lado, el teletrabajo abre la oportunidad de movimientos. La gestión personal del tiempo se expande y el hecho de no concurrir en una redacción comprime jornadas y libera otras. Las conversaciones de cafés, comidas, llamadas y hasta videollamadas, fundamentales para interpretar el entorno del que se escribe –no siempre con fuentes citables–, han pasado a desarrollarse en un ambiente menos ruidoso que el de una redacción. Por otro lado, cuando para muchas y muchos de ellos ya no cabía la posibilidad de trabajar más horas, se ha destapado la oportunidad de aumentar su entrega con una jornada laboral que no se interrumpe en ningún momento y que se divide entre horas de sueño y oficio. La tecnología acompaña y la normativa laboral, como casi todas, responde a generaciones consumadas y está lejos de acercarse al presente de las relaciones profesionales.
El oficio es la parte del periodista que no se adquiere en las Universidades. No hay forma. No conozco a ninguna compañera ni compañero que niegue que su relación con el periodismo, pese a las febriles vocaciones o las matrículas de honor, se inició con la llegada a una redacción. La de los informativos de una radio, la de un diario digital, la de un medio público o cualquier otra. ¿Existe la posibilidad de un periodista sin redacción? Para otros, la pregunta sería: ¿existe la posibilidad de un periodista sin oficio? Porque, sin redacción, desde un supuesto freelance, ¿en qué momento o cómo se acumulan los aprendizajes necesarios para desarrollarlo? Los hay que aceptan que se aprenderá “de otra forma”, pero hablamos con un director de medios, con una jefa de secciones y con un recién graduado para saber a qué nos abocamos en el verano en que muchas universidades han suprimido –por seguridad– su oferta de becas.
“No puedo saber qué habría sido de mi vida profesional si no llego a ‘caer’ en dos redacciones que marcaron vitalmente a toda una generación de periodistas no solamente a través de ingentes conocimientos del oficio, sino también con modos de estar y actitudes ante la vida. Fueron las de El Nuevo Lunes, dirigido por un influyente periodista económico, Pepe García Abad, y su plantel de jóvenes periodistas crecidos en la oposición al franquismo desde medios franquistas. En cada tema, en cada titular, siempre había alguien que nos machacaba por las buenas o por las malas la importancia del factor humano en los contenidos informativos. Era obsesivo”. Así recuerda el peso de las redacciones en su formación profesional Cruz Sierra, que además de trabajar en El Nuevo Lunes, lo hizo en Cambio16, Cinco Días, el Boletín y fundó (y dirigió) Valencia Plaza.
La otra redacción que marcó a Sierra fue la de Cambio16: “unas cien personas, redactores, diseñadores, fotógrafos, secretarias y documentalistas se esforzaban en competir en ingenio e influencia para captar el mayor número de páginas para sus temas. Es difícil describir el efecto de todo ese grupo de estrellas ‘en acción’ en la formación de los nuevos que íbamos llegando. En aquellas redacciones no había dudas acerca de la formación de los profesionales (muy mala si venías solo de la Universidad), la (incuestionable) independencia de los medios, la libertad política e individual y todas esas menudencias”. “En el resto de las redacciones de las que formé parte, la última la de Valencia Plaza, ha pervivido ese concepto de lugar de trabajo en el que aprendes, te relacionas, gozas, sufres y miras la vida a través de otros ojos además de los tuyos propios”.
La presidenta de la Unió de Periodistes Valencians y jefa de secciones de El Mundo de la Comunidad Valenciana, Noa de la Torre, no interpreta que el problema en la transmisión de conocimiento surja a partir del teletrabajo. “Esa ruptura viene de mucho más atrás, con las diferentes oleadas de despidos que se han producido en los medios. Ha sido la crisis económica la que ha provocado esa descapitalización de las redacciones, que por tanto no es nueva de ahora. La precariedad ha afectado en el sentido de que los jóvenes no tienen una oportunidad de entrar en el mercado laboral con un contrato digno, pero también en el sentido de haberse deshecho las empresas periodísticas en muchos casos los contratos más antiguos y, en consecuencia, con mejores condiciones laborales en general”.
De la Torre pone el foco en una realidad previa a la llegada de la causa por teletrabajo: “a consecuencia de los despidos, muchos trabajadores han sido contratados como freelance, que tampoco tienen una conexión directa y diaria con todas las personas que integran una redacción”. Por su parte, añade que el teletrabajo “puede ser una ventaja para los periodistas que ni siquiera tienen un horario fijo para la propia rutina profesional, ya que permite flexibilidad si se compatibiliza con la presencialidad”. No obstante, admite que “de las reuniones presenciales salen temas o nuevos enfoques de temas. Siempre es más enriquecedor plantear un tema desde diferentes puntos de vista. Con el teletrabajo o el trabajo aislado todo esto se perdería”.
Uiso Crespo acaba de graduarse por la Universidad Cardenal Herrera CEU San Pablo. En el verano que hubiera completado sus experiencias profesionales –ya ha acumulado algunas durante el año–, se topa con una realidad más cruda de lo esperado: “las empresas no tienen muy claro lo que buscan. Hay serios recortes que hacen que, los que nos acabamos de graduar, apenas tengamos oportunidad de encontrar un puesto acorde a nuestras características de recién llegados”. No obstante, destaca por otro lado que, más que nunca, las prácticas se convierten en una trampa para algunas y algunos jóvenes profesionales: “tratan de alargar estos periodos para no remunerar con salarios suficientes y merecidos”.
Crespo es un periodista joven y activo, por eso lleva meses realizando prácticas. Algunas de ellas, incluso durante el confinamiento exigido por el Estado de Alarma. “He hecho prácticas desde casa y ha sido gratificante, porque he podido organizarme los horarios como estudiante. Pero es verdad que a la hora de encontrar trabajo, de pensar en la idea de pagar la cuota de autónomos, la única fórmula es encadenar varios puestos de trabajo”. Y añade algo más con respecto a una hipotética desaparición de grandes redacciones: “lo cierto es que teletrabajando se dedican muchas más horas que si estuvieras en una redacción física.
Este efecto se desliga de becarias y becarios. De hecho, la llegada de un verano con una oferta muy reducida de plazas tiene una causa original mucho más preocupante: “si desaparecen las redacciones será por los despidos antes que por el teletrabajo, que en todo caso será una consecuencia de lo primero”, cuenta de la Torre. ¿Pero, teletrabajarán las redacciones? La presidenta de la Unió de Periodistes cree que “no veremos a una redacción grande teletrabajando al completo, aunque sí más gente teletrabajando por su cuenta como consecuencia de la precarización de las condiciones de trabajo”. La gran pregunta es, ¿qué rol y en qué silla (en su casa, en un coworking) estarán las y los jóvenes periodistas? ¿Se convertirán en millones de medios en sí mismos? ¿Cuántas colaboraciones tendrán que encadenar para aproximarse al Salario Mínimo Interprofesional?
La ruptura del espacio tiempo en las redacciones tiene otra consecuencia más pesada para de la Torre: “muchos jóvenes van a empezar colaborando con los medios. Es decir, como freelance y no como periodistas contratados. Van a aprender, por tanto, a solas. Por eso son importantes las prácticas, porque dan oportunidad a los becarios de entrar en contacto con los veteranos”. No obstante, Sierra vuelve a insistir en que “el periodismo tiene ahora problemas realmente más graves, entre los cuales está la voracidad de los accionistas de los grupos y empresas editoras que han situado a éstas en una posición de insostenible de debilidad financiera”. Aun así, el veterano periodista ve oportunidades: “el teletrabajo periodístico, más que representar un triste final a una era prodigiosa, puede representar la alternativa o tabla de salvación de la información y los informadores. Nuevos tiempos, nuevos modelos”. Y concluye con un mensaje de relativa esperanza: “antes aprendíamos de un modo, ahora lo haremos de otro. Lo relevante es aprender”.
Los medios se agitan y algunos ven en estos estertores los coletazos eléctricos de un pez que agoniza en la orilla, a escasos centímetros del mar que fue el periodismo en España desde la segunda mitad del siglo XX. Lejos de Madrid o Barcelona, más allá de las radiotelevisiones autonómicas, las redacciones de cientos de trabajadores serán un fotografía para el recuerdo. El carácter, el estilo, los recursos y hasta los peores vicios que una redacción imprime en los jóvenes periodistas son una incógnita. Especialmente este verano, en que muchos de ellos graduados, miran hacia un futuro laboral que era incierto hace 10, 15 o 20 años, pero que hoy se encuentra suspendido en el aire junto al virus que atenaza nuestras relaciones personales y profesionales.