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En la lucha por la atención, con una población de internautas madura y exigente,la curación de contenidos y la experiencia de usuario son determinantes. Y no es de extrañar que, como respuesta al gran ruido online, un mail a la hora adecuada, con el número de contenidos precisos, bien diseñado, acerca de mis intereses y emitido por una fuente de confianza sea un producto monetizable.
Hasta hace no mucho el teletrabajo era una práctica puntual en la mayor parte de los medios, pero la llegada de la pandemia lo ha convertido en un estándar de emergencia cuya continuidad más allá de la crisis forma parte de la reflexión interna en muchas de ellas. Una reciente encuesta del Instituto Reuters entre 135 ejecutivos y cargos editoriales de medios, algunos de ellos españoles, aflora perspectivas sobre su incorporación estable y sus consecuencias. En concreto los participantes tuvieron que responder en primer lugar sobre el efecto del trabajo en remoto sobre la eficiencia, creatividad y capacidad de crear y mantener relaciones entre los miembros de los equipos. Las tres cuestiones obtuvieron resultados desiguales y muestran un primer esbozo de las ventajas y los inconvenientes percibidos de la ausencia de espacio compartido: el 55% de los encuestados cree que el teletrabajo ha hecho más eficientes a sus redacciones, pero ese porcentaje baja al 34% a la hora de considerar que ha tenido un efecto positivo sobre la creatividad de sus integrantes; y apenas un 10% opina que haya hecho más sencillo crear o fortalecer relaciones en el seno de grupos de trabajo. De esos porcentajes y los comentarios de algunos de los encuestados puede deducirse que el teletrabajo resulta en principio una buena fórmula para equipos formados por personas que de por sí se conocen bien y tienen una experiencia previa de colaboración, aunque puede dificultar los procesos de trabajo en caso contrario. Por otro lado puede permitir esquivar problemas documentados en oficinas de planta abierta, como las dificultades para concentrarse a la hora de elaborar información debido al ruido y las interrupciones. Esas circunstancias generan a su vez dinámicas de aislamiento mediante auriculares y conversaciones vía chat que reducen la capacidad de generar las serendipias creativas que se atribuyen a la presencialidad conjunta. La creatividad no ha mejorado para la mayoría de los participantes en el estudio y en España varios directivos han insistido recientemente en el valor del espacio compartido para estimularla en favor de la calidad de la producción periodística: Luis Enríquez, consejero delegado de Vocento, defendió en público que “en las redacciones se comparten ideas, se discute, se debate. En los departamentos de Marketing surgen ideas pensando en equipo”; Javier Moreno, director de El País, dijo a sus periodistas en una reunión que “el debate intelectual se resiente en remoto”; y Nacho Cardero, director de El Confidencial, ha justificado el regreso de los periodistas a la redacción contra el criterio mayoritario expresado en una encuesta del Comité de Empresa porque le parece que “los temas son peores”, según una fuente interna. En La Vanguardia tuvieron que dar marcha atrás a mediados de octubre sobre el regreso de aproximadamente el 70% de la plantilla que se había producido semanas antes, coincidiendo con un repunte de casos de coronavirus en Cataluña y la recomendación del trabajo en remoto emitida por la Generalitat. Eso supuso la vuelta a la comunicación interna mediante videollamadas, teléfono, correo o chat, algo que casi ocho de cada 10 encuestados por el Instituto Reuters consideran problemático para mantener un equipo cohesionado. Tanto la dificultad para hacerse entender como la ausencia de ambiente de camaradería y sus dinámicas asociadas (humor, conversaciones de ámbito personal, etc) componen un escenario en el que resulta difícil mantener alineados y motivados a sus miembros, según esos directivos. En todo caso, hasta un 54% de los participantes espera acudir menos a la redacción cuando pase la crisis. Apenas un 25% quiere volver a la dinámica anterior a la aparición del coronavirus, lo que a su vez explicaría que casi la mitad de ellos reconozca que sus empresas están planeando reducir el espacio que ocupan sus oficinas. Sería la consecuencia lógica de la eventual implantación de un modelo híbrido que mezcle presencialidad y trabajo en remoto, ya que el grado de ocupación de las instalaciones sería sensiblemente menor. En algunos medios españoles están planteándose estas posibilidades, sin que de momento ninguno haya tomado una decisión al respecto. Lo que está por ver es cuántos de los cambios que ha impuesto el coronavirus en la forma de trabajar de los periodistas desde el mes de marzo son coyunturales y cuáles acaban asentándose de forma permanente. Atendiendo a los resultados de la encuesta, parece claro que en algunos casos la redacción pasará a ser un espacio de conveniencia para que los periodistas puedan usarlo según sus necesidades, más que en un lugar de trabajo al que acudir diariamente. Pero todo dependerá de la cultura de cada medio y de las resistencias internas de directivos ante un esquema flexible que requiere capacidades de gestión diferentes que en algunos casos no poseen.
El periodismo de datos ha dejado de ser una innovación para convertirse en una realidad. Hace 13 años que el New York Times fundó su Interactive News Team, con el objetivo de contar historias basadas en datos, y la mayoría de las grandes cabeceras han seguido su estela. En España, el fenómeno es más reciente, aún así el periodismo de datos florece. Pero, los perfiles profesionales para cultivar esta disciplina son muy especializados, por lo que resultan escasos y cotizados.
El podcast es el nuevo hype periodístico. Eso quiere decir que las decenas de miles de graduados o licenciadas en las últimas décadas, de un lustro a esta parte, se han convencido de que las millones de escuchas mensuales del daily de The New York Times, el relato global, periodístico y en español de El Post (de The Washington Post), o la superestructura diaria de Carne Cruda, por ejemplo, podrían estar enviándoles una pista: este canal es una oportunidad.
Limitar el acceso a las redacciones únicamente a periodistas homologados reduciría el desempleo entre quienes han estudiado la especialidad y mejoraría las condiciones económicas entre los que la ejercen, lo que no está claro es qué supondría eso para la calidad de los contenidos que se realizan sobre temas complejos en los que conocimientos previos aportan un valor añadido al lector, oyente o televidente.
El oficio es la parte del periodista que no se adquiere en las Universidades. No conozco a ninguna compañera ni compañero que niegue que su relación con el periodismo, pese a las febriles vocaciones o las matrículas de honor, se inició con la llegada a una redacción. La de los informativos de una radio, la de un diario digital, la de un medio público… ¿Existe la posibilidad de un periodista sin redacción?
El fundador de Wired expuso en marzo de 2008 su teoría sobre cómo una audiencia relativamente pequeña, pero fiel y comprometida, podía sostener a cualquier creador en internet. Aquel concepto, el de los 1.000 fans verdaderos, se ha convertido en la base de cada vez más profesionales independientes que consiguen conectar con una audiencia a la que ofrecen algo que no pueden encontrar en otra parte.
El reto global por encontrar una vacuna cuenta con un aliado: el lenguaje. Lenguaje o barbarie, porque sin palabras no hay ‘forma humana’ de comunicar a la mitad de la población viva que, como nunca antes, ha de aislarse en casa sin una fecha de salida.
A menudo no se interpreta bien qué implica una transformación digital. O mejor dicho, se abusa del término hasta vaciarlo de su sentido esencial y reducirlo a cambios superficiales. Porque digitalizar una redacción es una labor clave, pero forma parte de otra aún mayor y más importante: transformar su cultura. Y en eso la tecnología es un medio, no un fin.